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Nutrición Estética

Acné y alimentación

By 2 de marzo de 2022marzo 24th, 2022No Comments

La relación entre la alimentación y el acné ha sido cuestionada a lo largo de los años y ha sido replanteada recientemente por varios estudios. Son múltiples las controversias sobre la influencia de la dieta en el origen y evolución del acné, lo cierto es que a pesar de que algunas corrientes lo consideran como un mito, algunos estudios apuntan a lo que se observa en la práctica clínica de la nutrición: la dieta si podría estar relacionada con el acné.

¿Qué es el acné?

El acné es una alteración inflamatoria de la piel causada por el aumento de la secreción sebácea asociada a la obstrucción de la abertura del folículo pilosebáceo dando origen a los comedones. El Propionibacterium acnes es el agente infeccioso más comúnmente implicado y su manifestación está íntimamente relacionada a las hormonas sexuales.

Esta afección cutánea común y compleja afecta a individuos de todas las edades. En poblaciones occidentales se estima que el acné afecta a 79-95 % de la población adolescente, 40-54 % de los individuos mayores de 25 años, 12 % de las mujeres y 3 % de los hombres de mediana edad.

Sin embargo, su incidencia es menor en sociedades no occidentalizadas como los Kitavan (Papua, Nueva Guinea) y los Aché, cazadores paraguayos. Los isleños de Kitavan tienen una dieta que incluye tubérculos, frutas, pescado, coco y carbohidratos de baja carga glicémica. La edad media de la menarquia es a los 16 años.

En 1990, durante siete semanas se visitaron las 494 casas en Kitavan y se realizó un examen general a 1200 personas mayores de 10 años, incluidos 300 de 15 a 25 años, en busca de enfermedades de la piel y otras co­munes en occidente. Un médico experto realizó la valoración dermatológica y no encontró pápula, pústula o comedón abierto en toda la población (n = 1,200).

Entre los cazadores Aché las enfermedades crónicode­generativas son raras, la principal causa de muerte son las infecciones de vías respiratorias bajas. Su alimentación se basa en granos cultivados en la localidad y algunos alimentos occidentales, como pasta, harina, azúcar, té y pan.

La población fue examinada varias veces en un pe­ríodo de 843 días (septiembre de 1997 a junio de 2001). Se evaluó a un total de 115 personas, 59 hombres y mu­jeres mayores de 16 años y 58 menores de 16. Cada seis meses se realizó un examen para detectar principalmente enfermedades dermatológicas y no se encontraron casos de acné en ningún grado en todo el período de estudio.

En los esquimales tampoco es frecuente el acné y hay otro reporte de 9900 escolares en una isla al sur del mar de China,donde no se observaba acné hasta antes de la Segunda Guerra Mundial. En la población occidental la evolución del acné tiene componentes hereditarios y ambientales, y esa susceptibilidad genética no puede descartarse en la interpretación de las observaciones; sin embargo, es poco probable que en las poblaciones Kitavan y Aché la resistencia al acné sea sólo genética, ya que poblaciones similares que han modificado su en­torno hacia ambientes más occidentalizados tienen mayor incidencia de acné.

Estas observaciones sugieren que los elementos comunes a los ambientes Aché y Kitavan, pero ausentes en los occidentales, pueden operar junto a los factores genéticos para prevenir el acné. Sus dietas son de baja carga glicémica y rara vez manifiestan los síntomas clásicos de resistencia a la insulina. Todo esto indica que el estilo de vida, incluyendo la dieta, podrían estar implicados en la patogénesis del acné.

En los años 1930, el acné fue considerado como una enfermedad causada por una alteración en el metabolismo de los hidratos de carbono debido a que en estudios preliminares fue observada una intolerancia a la glucosa en pacientes con acné. Basado en estas observaciones les fue sugerido a los pacientes evitar el consumo elevado de carbohidratos, en especial los alimentos refinados.

Sin embargo, en 1969 el vínculo entre dieta y acné fue desestructurado, debido a un estudio clínico en la cual no se observó exacerbación de las lesiones de acné en un grupo que ingería barras de chocolate comparado con el grupo que ingirió la barra placebo. No obstante, este estudio ha recibido críticas debido a que la barra placebo mostraba una composición de ácidos grasos y contenido de azúcar similar a la del chocolate.

En otro estudio realizado por Anderson se examinó el efecto del consumo diario de chocolate, leche y nueces no encontrando efecto sobre el acné. Pese a estos resultados, en un estudio reciente llevado a cabo por Smith y colaboradores se demostró que la dieta con hidratos de carbono con baja carga glicémica disminuye las lesiones de acné.

El mecanismo por el cual el tipo de hidratos de carbono ingerido influiría en el desarrollo de acné, se relaciona con la capacidad de los hidratos de carbono de aumentar los niveles de insulina y de IGF-1. Cuando se trata de hidratos de carbono refinados que tienen una alta carga glicémica, se produce un fuerte estímulo para la secreción de insulina y de IGF-1. El IGF-1 estimula la hiperqueratosis folicular y la secreción sebácea, favoreciendo la patogénesis del acné.

Algunos factores de la dieta occidental como el elevado consumo de hidratos de carbono refinados, productos lácteos, grasas saturadas, grasas trans y ácidos grasos W6 también podrían aumentar la secreción sebácea y los andrógenos a nivel de la glándula sebácea, favoreciendo el desarrollo de acné.

Los andrógenos tienen una función decisiva en la evolución del acné, pero la relación directa entre la severidad de éste y las concentraciones plasmáticas de los mismos ha sido difícil de probar. Algunos estudios sugieren que el agravamiento del acné se relaciona mejor con la globulina transportadora de hormonas sexuales (SHBG, sexual hormone-binding globulin) que con las concentraciones circulantes de testosterona. Las concen­traciones de sulfato de dehidroepiandrosterona (DHEAS) también se han relacionado con la severidad del acné.

El acné también es común en mujeres con síndrome de ovario poliquístico, una enfermedad caracterizada por hiperandro­genismo e hiperinsulinemia, en quienes se ha demostrado que inicialmente hay resistencia a la insulina que se com­pensa luego con hiperinsulinemia.

La insulina estimula la producción de andrógenos en los ovarios y, a su vez, junto con el IGF-1 estimulan la síntesis suprarrenal de andrógenos e inhiben la produc­ción hepática de SHBG, lo que permite un aumento en la biodisponibilidad de andrógenos. Por lo anterior, la hiperinsulinemia puede ser un vínculo importante entre los factores nutricionales y la incidencia de acné.

Algunos datos sugieren que una dieta baja en glucosa puede tener una función importante en la prevención de hiperinsuli­nemia, al disminuir la demanda de insulina posprandial y la sensibilidad a la misma.

Leche y productos derivados

En 1966, la revista Times publicó un estudio realizado en 1000 adolescentes con acné, comparado con 5000 sin acné en el que se encontró que los que tenían lesiones en la piel consumían mayor cantidad de leche y que algunos se beneficiaron al reducir su ingestión.

La ingestión de leche produciría comedones porque contiene andrógenos, precursores de la dihidrotestoste­rona (corticoesteroides reducidos-5α) y otros factores de crecimiento no esteroideos que afectan la unidad pilosebácea. La leche también contiene estrógenos producidos en la glándula mamaria, que son supresores directos de la función de la glándula sebácea.

La ingestión de leche (sobre todo del tipo descremado) también podría influir la generación de comedones debido a la peculiaridad que tienen los IGF-1 y 3 plasmáticos para elevar las concen­traciones circulantes de andrógenos. Estas observaciones deben precisarse con fundamentos más sólidos.

Ácidos grasos esenciales y acné

Una investigación publicada en el Journal of American Academy of Dermatology mostró que ácidos grasos esenciales pueden auxiliar en los desequilibrios hormonales que llevan al acné. De hecho, personas con acné relacionado a problemas hormonales demostraron tener deficiencia en ácidos grasos esenciales.

Estudios epidemiológicos también han demostrado que las comunidades que ingieren mayor cantidad de omega 3 tienen menores tasas de acné, así como también todos los signos primarios de esta afección (piel grasosa, comedones, pápulas, pústulas y quistes) son signi­ficativamente menores entre los adolescentes que ingieren una dieta rica en pescado y mariscos. Recientemente, algunos investigadores informaron que la inhibición del leucotrieno B4 reduce la producción de sebo y el acné inflamatorio.

Fibra

La dieta con 30% o más de fibra al día es significativa­mente benéfica para los pacientes afectados por acné. En 1983 se reportó mejoría rápida y significativa de esta afección con sólo incorporar 13 gramos de fibra al cereal del desayuno diario. Varios estudios han mostrado que al combinar una dieta rica en fibra y baja en grasas pueden disminuirse las concentraciones séricas y urinarias de andrógenos en adultos.

Vitamina A y acné

La vitamina A es necesaria para el mantenimiento de una piel saludable y de un equilibrio hormonal adecuado. Diversas investigaciones confirman que pacientes con acné severo presentaban niveles séricos bajos de vitamina A. Estudios relatan la mejora del cuadro de acné en mujeres adolescentes con desequilibrio de la función hormonal a través de la administración de suplementos de vitamina A por algunas semanas.

Zinc y acné

De entre todas las funciones que el Zinc ejerce, una de ellas viene despertando especial interés en los últimos artículos: su actuación en el tratamiento oral del acné. Hace más de 50 años se ha realizado la asociación del Zinc con enfermedades dermatológicas. Sin embargo, sólo a partir de 1970, hubo un destaque en el uso de zinc en el tratamiento del acné por Michaelsson y Fitzherbert.

Ellos observaron que pacientes con acné presentaban una menor concentración de zinc que los pacientes sin acné. En algunos grupos, la suplementación con sulfato de zinc y gluconato de zinc fue eficiente en el tratamiento de acné severo, pero se observó menos eficiencia en el acné moderado. Parecen ser tan eficaces como los antibióticos, sin embargo, no son considerados como la primera línea de tratamiento en el acné. También se observó que cuando se alia el sulfato de zinc junto a la eritromicina, los efectos son superiores a los tratamientos únicos.

El Zinc modula la inflamación en el acné, pues es esencial para la enzima antioxidante SOD-1 (superóxido dismutasa citosólica), responsable por reducir el radical superóxido a peróxido de hidrógeno y oxígeno. También es esencial para las enzimas zinc-metaloproteinasas ECA (enzima conversora de angiotensina) y NEP (endopeptidasa neutra o neprilisina o encefalinasa), ambas responsables en degradar taquicininas, encefalinas y bradicinina.

Es imprescindible en el funcionamiento de los linfocitos, queratinocitos y fibroblastos, o sea, actúa en la formación de la queratina y colágeno. También suprime la producción de sebo al inhibir la enzima 5-alfa-reductasa (acción antiandrogénica) que es responsable por la conversión de testosterona en dihidroxitestosterona, uno de los principales desencadenadores del acné.

Cromo y acné

Investigadores encontraron evidencias de que personas con niveles de glucosa sanguínea inestable tienen una incidencia alta de acné severo, y observaron que al administrar a estos pacientes 400 mcg de cromo en forma de levadura, la piel presentaba una mejora significativa.

Selenio y acné

El Selenio es un elemento que ha recibido mucha atención en los últimos años, especialmente debido a su importante papel en la prevención del cáncer. Es importante resaltar que investigaciones demostraron que el selenio asociado a vitaminas A y E, pueden en 12 semanas, reducir la gravedad del acné resistente y ayudar a aliviar las cicatrices resultantes.

El papel de la nutrición en el tratamiento y prevención del acné ha adquirido cada vez mayor destaque e interés por parte de los investigadores de todas partes del mundo. Sin duda, la alimentación ejerce un papel fundamental en el cuidado de la piel.

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