Soy Paraguaya. Nací el último día del verano del 84, mi primer llanto en Asunción, pero mi primera sonrisa en San Lorenzo.
Mi interés por la medicina inició desde muy pequeña, mi memoria me remonta a los 5 años y se inicia con una experiencia: Era una hermosa tarde de verano, fui a la plaza Cerro Corá que se encuentra frente a la Iglesia de la ciudad, acompañada de mi tía y abuela, mientras me hamacaba y jugaba irrumpe en el lugar un auto fúnebre, personas llorando, gritos de desconsuelo, mi primer contacto con el concepto de la muerte.
Al llegar a casa le pregunto a mi padre por que las personas se mueren, la respuesta fue por qué enferman. ¿Y por qué se enferman pregunto yo… y por qué no cuidan de su salud? Sigo insistiendo…y papá me dice no te preocupes mi hija para eso están los médicos que cuidan de la salud y ayudan a las personas a que no se enfermen… ufff que alivio sentí…pareciera haber una solución. ¡Entonces voy a ser médica para que la gente cuide de su salud y no se enferme…y si no se enferman no se mueren… listo! (de niños pareciera todo tan fácil de solucionar).
¡Lo había tomado muy enserio y como una misión, a partir de ahí todo giró en torno a la medicina… hasta mis juegos!
Aprendí a leer a temprana edad, y tomé la lectura como una pasión, pasión que mi padre lo alimentaba ya que era él quien me regalaba los libros, mi primer libro de medicina a los 7 años y nada menos que el libro de unos de los mejores médicos el Dr. Christian Barnard (el primer médico en realizar un trasplante de corazón humano). Su libro «La máquina del cuerpo» acrecentó mi admiración e interés por el complejo y maravilloso funcionamiento de nuestro organismo.
¿Y entonces por qué soy nutricionista y no médica? Y esa es otra historia… que también inicia en mi infancia.
Desde que tengo memoria sufría de problemas de salud, dolor intenso de cabeza, mucho dolor de estómago, vomitaba mucho, era muy delgada, pálida y siempre fui la más bajita de la clase. Anemia, constipación constante, dolores abdominales… la pediatra decía que tenía Giardiasis y todo el tratamiento giraba en torno a una desparasitación seguida de vitaminas y minerales, pero nunca mejoré, con el tiempo iba empeorando, me internaba por deshidratación ya que pasaba horas vomitando hasta el punto de desvanecerme y en ocasiones a convulsionar. No toleraba muchos alimentos y a veces ni siquiera agua.
Cuando llegué a la adolescencia y empezó mi período menstrual los síntomas se hacían cada vez más intensos e incapacitantes. Migrañas frecuentes e intensas (la mitad de la semana eran de crisis de migraña, me levantaba y dormía con cefalea, cólicos menstruales intensos, acné, vómitos y malestar gastrointestinal formaban parte de mi día a día, y ya me había acostumbrado a ellos… eran mis dolores, los hice míos y jamás pensé que desaparecerían. La medicina no había encontrado la causa por qué no lo habían buscado, solo se trataba las consecuencias con analgésicos, antiinflamatorios, antiácidos… etc.

Pasó el tiempo hasta que llegó el momento de cumplir mis sueños: SER MÉDICA.
Al terminar el colegio inicié el cursillo de ingreso y luego de nivelación en una universidad privada. Al empezar a ir a la universidad cada vez se hacía más difícil, perdía peso, no podía comer de dolor de estómago, migraña, problemas de piel, etc. Hasta que la internación se hizo frecuente y el médico me dijo: No podés continuar así, es evidente que la carrera te genera mucho estrés, la carrera de medicina es una carrera de resistencia y no de velocidad, y así como estás no lo vas a aguantar.
Deja por un tiempo, recupérate o estudia otra cosa. Cada vez que iba a la Universidad llegaba con malestar a casa…el motivo lo supe años después: LA PANADERÍA que se encontraba a lado de la Universidad, ahí desayunaba, almorzaba y merendaba. Soy celiaca y para ese entonces no me lo habían diagnosticado. Estaba conviviendo de cerca con mi peor enemigo «EL GLUTEN».
Con profundo pesar abandoné la carrera, no tenía energía suficiente y los malestares me impedían seguir el ritmo de la carrera de medicina.
Inicié la carrera de Nutrición, los problemas de salud continuaron, si bien a lo largo de la carrera aprendí a cuidar de mi alimentación, los síntomas gastrointestinales persistían. Al finalizar la carrera decido realizar una especialización en el Brasil, Nutrición Clínica Funcional y Fitoterapia. Era una especialidad reciente tanto en Estados Unidos como en el Brasil. Formé parte del segundo grupo de especialistas de la Universidad Católica del Paraná.
La Nutrición Funcional era un concepto diferente y con una mirada integral al paciente. Si bien al inicio me costó cambiar mis creencias limitantes en el área, con mucha investigación y estudio me di cuenta lo importante de considerar al paciente como un todo y considerando su individualidad bioquímica. Ninguna persona es igual a otra, somos personas que sentimos y pensamos diferentes, con necesidades individuales y respuestas diferentes a los alimentos y a nuestro entorno.
Al ir poniendo en práctica lo aprendido en mi vida personal, comencé a experimentar mejoras en mi salud. El primer paso fue mejorar mi función intestinal: la microbiota. En ese entonces era un concepto muy nuevo, que en la medicina y la nutrición era poco abordado. Todo lo aprendido encendía mi pasión por la nutrición. Estaba realmente descubriendo la veracidad de las palabras de Hipócrates: Que tu alimento sea tu medicina. ¡Con la nutrición funcional mi salud mejoró muchísimo!
Este maravilloso concepto cambió mi visión de la nutrición. Siempre digo: yo no elegí la nutrición, ella me eligió a mí y me cambió la vida…y la tomé como misión de vida «La salud como vitalidad positiva» uno de los principios de la Nutrición Funcional. Y es el principio que trasmito a mis pacientes.
Mi objetivo es ser copiloto de mis pacientes en el camino de la salud, la nutrición y el bienestar para llegar al destino: Vida con calidad, autoestima, energía, buen humor y equilibrio.